Miras al mundo
y el mundo te va a devolver la mirada.
Ya te ve.
Saluda al sol cada mañana
porque, aunque esté nublado,
la luz del día te dice que está ahí.
Coge lo que te da
y dile: «“detente, Sol, yo te saludo”,
después de que me escuches
puedes seguir. Muéstrame el camino
que siguen los peregrinos que van a mi isla,
para que mi canto los ilumine
y mis ojos suavicen las llagas de sus pies,
cansados de vagar,
ansiosos por llegar, y llenarse de vida».
Toma luego entre tus manos un rayo de esperanza
y pinta con él el aire
de la mirada del mundo,
para que nadie se olvide de decir cada mañana:
«Buenos días, Sol, yo te saludo».
(Poemario, Al Calor de la Idea)
Querida Mara... Me han encantado tus palabras... Acabas de hacer llegar a mi corazón un rayo de esperanza...
ResponderEliminar¡Muchos éxitos, amiga!