¡Corre, tinta!
Que no son las cinco de la tarde ni el sol tiende un capote de grana y oro sobre la arena de la vida.
¡Corre por la noche y atraviesa el día!
Atrapa la voz del viento, antes de que su imagen se pierda en el ocaso, y llévale su guitarra.
¿Cómo va a surcar los cielos, si no la lleva de barca?
De sus cuerdas se fugaban las ferias de vanidades y, amando a esa mujer de madera, cantó a la libertad.
¡Corre, tinta!
No te detengas y escribe seguido en rojo, amarillo y malva para que en el Arco Iris José ponga los colores que en la tierra faltan.
Juntando haces de amor,
Osado cual los valientes,
Supo vivir y morir
Enhebrando puño y dientes.
Zaranda usó para cribar
Utopías de realidades.
Ñandubay incorruptible
Incendiado de verdades,
Ganó al truco la partida
Aguijando potestades.
Y de la empírica fosa que calcinó sus sueños, emergió su fe para creer:
en ti, en mí y en el nosotros vivificante de su último poema;
en la vida meritoria de ser vivida… aunque se acabe al instante;
en la alegría de la amistad compartida;
en lo perdido y ganado… en el hombre incorruptible que firma ilusión sobre la incertidumbre
y en el que, musitando su credo, crea la necesidad de creer
haciendo crecer la música de sus versos en la orilla del camino, plagado de sonrisas y ternura,
que ha dejado.
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