domingo, 25 de diciembre de 2011

Piensa



Audio del poema

Piensa en un lugar oscuro
donde habitan el oxígeno y el agua:
oxígeno para hacer la vida
con agua de azúcar y sal.

Piensa en un niño zahorí
que irrumpe en la oscuridad
y encauza con sus varillas
el agua dulce hacia la sed,
el agua salada hacia la emoción.

Piensa entonces en dos ríos
que fluyen paralelos, desde un punto indefinido,
y observa en tu pensamiento
la conjunción de un aliento con una luz extraña
y que, agitando las aguas,
extrae burbujas de esos ríos para lloverlas
en tu sed y en la mía,
para regar tu emoción y la mía
y verás que ni el mar ni el Océano
tienen extensión suficiente
para impedir nuestro Ser semejante.
La misma agua que calma mi sed, calma la tuya.
La misma agua que derraman mis ojos, derraman los tuyos.

El niño zahorí no descansa.
Ejerce su radiestesia
sobre el albergue oscuro de un corazón de luz
buscando el encuentro con el corazón paralelo
que al emerger rompa el silencio con el sentir de hermano.

Piensa ahora
que tú y yo venimos de aquel lugar oscuro
donde habitan el oxígeno y el agua
y que somos habitáculo del corazón
que el niño zahorí hace vibrar con sus varillas.
Para tu sed está mi agua, para la mía la tuya;
para entendernos y compartir, nuestros ojos contienen
el idioma universal de las lágrimas.

Y piensa, por fin, que ni tú ni yo somos ajenos
ni llevamos caminos desiguales.
Ambos venimos del niño zahorí
y somos dos hermanos en encuentro
que a él vamos.


©Copyright Mara Romero Torres

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domingo, 11 de diciembre de 2011

Carta de despedida




Todavía no he podido escribirte mi carta de despedida y no es necesidad de que tú la leas, sino necesidad de escribirla.
Escribirte para decirte todo lo que ahora sabes sin necesitar que lo escriba, sabiendo que en mi decir, no es necesario que diga.

No puedo reprocharte nada aunque en todo tenga motivo el reproche.
Tus ojos tristes daban sin hablar el adiós sin retorno, haciendo saltar en mi pecho el te quiero que se posó en tu frente.

Hubiera querido, ¿sabes?, arrancar de los lagos celestes otra oportunidad para  cumplir tu último deseo y llevarte a Granada; pero el Cielo tiene escritas las veces y no hay más, cuando dice basta.

Nos quedamos así, entre dos caminos y dos mundos: el tuyo pidiendo la luz; el mío sembrado de antorchas para que no te pierdas y puedas hallarla.

Te quiero. Camina en paz.

Has llegado hasta el final viviendo siempre a tu manera y me sobra con saber que el último día quisiste cambiarla.

En la parte de ti que se quedó conmigo, verás cumplido tu deseo. Metido en mi corazón, te llevaré a Granada. 

Y volveré a ser de nuevo niña y todo se hará de nuevo. Te llevaré al hogar y tú me explicarás cómo cuidar un árbol y yo abriré en mis ojos dos ventanas para que mire por ellas tu alma.

Te llevaré de paseo a tus calles y tus campos. Verás a tus amigos. Escucharás los truenos y volverás a guarecerte de las tormentas que vienen de La Alfaguara. Beberás agua fresca de las fuentes que brotan en cualquier parte y volverás a quedarte dormido delante de la chimenea. Leerás de nuevo tus viejas novelas y darás de comer a los pájaros. Verás amanecer de nuevo en la Taula y volverás a reír contándome anécdotas de tus batallas... Todo lo harás de nuevo; incluso lo que no hiciste harás, porque ahora ya sabes dónde está el valor que en las cosas terrenas te dio el Cielo.

Contigo ahí suman cuatro. cuatro amores, cuatro pilares, cuatro raíces, cuatro ramas de mi árbol genealógico que me ceden el testigo de la nave nodriza. ¿Les diste mi encargo? Me han dicho que no lo han recibido. No te olvides de dárselo.

Te abrazo fuerte en mi corazón y prendo en él todas las luces para que siempre encuentres cada cosa en su sitio y, con ello, te vuelvo a dar la bienvenida a esta, tu nueva casa.

Te quiero mucho, papá. Nos vamos a Granada.



©Mara Romero Torres. Todos los derechos reservados
Foto: Vista de Cogollos Vega (Granada), mi pueblo. El pueblo que aparece en las líneas de esta CartaPoema.

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